Ricardo aun no cambia. No acepta sus errores y amanece llorando por las madrugadas. "Si tan solo hubiese sido más precavido", piensa. Ya no hay marcha atrás, y aunque se hubiese fijado en la puerta abierta o el seguro de la ventana, habrían evitado lo que vino después: lo habían atrapado justo cuando encerró a la abuela en el armario, para robarle completamente todo, y lo peor es que sostenía un machete manchado de sangre de perro en la mano izquierda. ¡Pero qué suerte! La policía entrando por la puerta trasera y el pobre perro, por ladrar, muerto.
Pequeños detalles que se debieron perder para que por fin pague por tanto delito, pues no era la primera vez que robaba; iba a casas, a mano armada, arranchando, golpeando, todo para conseguir lo que quería, para sentirse el mejor de la banda. Ahora eso ya no sirve de nada, él tampoco sirve ahí, es nadie en la celda, sus hazañas no se comparan con las de los demás, es uno más de esos débiles que en cualquier momento pueden ser violados por su vulnerabilidad.
Este día fue como los otros, la almohada mojada debajo de su rostro, la misma pesadilla que el mes pasado se hizo realidad, la misma pose de acurrucado, pero eso sí, hoy se encuentra durmiendo en el piso. Menos mal que no llegan a visitarlo, ni mucho menos a dejarle comida. Ahí los reos se reparten todo los que llega, sino callejón oscuro a lo "adulto y violento", otro nivel que nadie quiere experimentar.
Hoy tampoco tiene ganas de ir al baño al despertarse, sabiendo que aun no cuentan con papel higiénico ni con puerta se le quitan las ganas al instante; cree que ya es hora de avisarle a sus padres para ver si por fin hoy le prestan atención y le traen un poco de ropa, pues la que lleva puesta no se la ha quitado desde que llego, hace una semana y media.
La vida es de lo peor, ahí lo que menos hay es igualdad. Ya despierto y sentado sobre sus piernas le toca ver por enésima vez cómo su amigo de celda(un narcotraficante) va a la oficina del alcaide, sabe que en aquella habitación le espera un gran banquete de comida que él mismo ha pagado para deleite propio y de los guardias, para que lo dejen seguir con su plan malévolo en plena celda. Sí, todo es injusto.